RASCANDO EL CIELO EN KUALA LUMPUR

Tras una semana en la islas Perhentian, era momento de moverse para seguir viendo el mundo. Para entonces ya habíamos decidido que iríamos a Kuala Lumpur (KL) sólo para ver las torres Petronas, los edificios más altos del mundo hasta 2003 y que actualmente ocupan el quinto sitio, con 452 metros y 88 pisos.

El día 16 de octubre estábamos ahí.
KL es una ciudad moderna, en donde la religión predominante es el Islam (la oficial de Malasia); sin embargo, en conviven un sinnúmero de razas y religiones como el budismo, cristianismo e hinduismo entre otras, lo cual la convierte en un lugar muy atractivo en términos de diversidad cultural. Mi parada ahí fue muy relajante en principio, pues decidí que además de las torres Petronas, no estaba interesado en conocer mucho más, así que descansé, comí y me relajé. Ver las torres Petronas es impresionante. Imaginar lo que requirió construir esos rascacielos de hormigón, acero y vidrio te pone los pelos de punta. Para mí son los edificios más impresionantes que he visto en mi vida. Todo alrededor es lujo. Justo al lado, hay un centro comercial en donde puedes encontrar todas las marcas de alta costura y las más comunes que encuentras en un centro comercial de cualquier país de primer mundo. Una de las experiencias más interesantes de esta parada fue conocer a Alley, una chica malaya, dueña de la pensión en donde nos quedamos a partir de la segunda noche. Inmediatamente hizo click con Gaby y decidió que seríamos sus nuevos mejores amigos. Nos contó que tomaba clases de meditación con un Gurú aparentemente muy conocido Dhyan Vimal (), quien goza de su más alta consideración, así que nos invitó a una clase y fuimos a ver de qué se trataba; en el camino paramos a cenar en un restaurante chino en donde probé por primera vez la sopa de aleta de tiburón...checked! La clase de meditación fue una especie de taller motivacional en donde, al final, todos terminamos bailando al ritmo de los Black Eyed Peas, Pit Bull y algún artista indio que no conozco con uno de esos temas bollywodenses que realmente prendió a la multitud asistente (en su mayoría de origen Indio). Tras la clase, la costumbre es que alguien lleva cena y la gente se queda ahí conviviendo y comiendo, como en una reunión familiar. De hecho, me recordó aquellos domingos en NY en donde, después de misa, nos quedábamos comiendo en la habitación contigua al templo lo que lo feligreses habían tenido a bien llevar para compartir con sus compañeros de fé. Esta convivencia estuvo llena de buena vibra y fue toda una experiencia, pues Dhyan Vimal, alias “el master”, como se podrán imaginar, es un personaje envuelto en un halo de misterio y aparente sabiduría, que habla en tono relajado, casi paternal sobre temas muy complejos de entender para los mortales como yo; además cuenta con un equipo de asistentes que se encarga de mantener esta aura de misterio y que le organiza los múltiples negocios que lleva. Por alguna razón que aún no me queda muy clara, mostró un interés en mí y pasamos un buen rato hablando. Me describió - cosa sorprendente, especialmente para mí - como una persona contenta y me dijo que mi meditación estaba en mi forma de gozar la vida misma. Aún lo pienso de vez en cuando y no entiendo cómo es eso meditación, ni mucho menos como alcanzó a percibirme así en 10 minutos. En cualquier caso, salí de ahí con un sentimiento de satisfacción personal y un par de regalos, como si hubiera estado en la feria de la meditación: un collar de cuentas para protegerme y un libro autografiado por el mismísimo master en persona, que en la dedicatoria puso “Rodrigo, the one that will stand in the light of truth and will become one itself” y me agregó a su club de fans en FB. Tres días después partimos hacia Singapur en compañía de Fran y Rosy. PS. Les debo las fotos porque mi internet no me permite cargarlas